NOSTALGIA DE MAR
En un capítulo de Los Simpsons aparece un flash back en el que Homer está viendo las pruebas de natación de las olimpiadas de Los Ángeles 84, en las que un locutor dice: "Y mientras las, ejem, 'mujeres' de Alemania Oriental se preparan...". Por supuesto, las americanas ganan de calle, mientras el resto de competidoras chapotea ridículamente tratando de no ahogarse. El locutor sigue: "Conviene aclarar que muchas de estas nadadoras proceden de países donde no hay piscinas".
Me he acordado de este chiste simpsonero cuando he leído en El Mundo que Austria anuncia la disolución de su Marina de Guerra. Es una decisión lógica si se tiene en cuenta que el país no tiene salida al mar desde 1918. Les ha costado 88 años dar el paso y asumir su realidad de secano. Es entrañable y turbio al tiempo. Como esos reyes y aristócratas derrocados por justicieras repúblicas que, pese a vivir con estrecheces en exilios decadentes, no renuncian -es más, lo exigen- al trato de majestad o alteza. Es cierto que la Marina de Guerra austriaca funcionaba por el proceloso Danubio (al que Julio Verne dedicó una de sus aventureras novelas, una de las favoritas de mi infancia, que me hacía imaginarme el Danubio como un Amazonas gélido con las orillas llenas de hierros oxidados en lugar de vegetación), y era un resabio de la Guerra Fría. Pero eso no le quita encanto a la noticia.
La temible Marina de Guerra de Austria se componía de dos lanchas patrulleras fluviales y 50 soldados. Vamos, que hay puestos de socorro de la Cruz Roja mejor dotados. Su fin significa que los austríacos han perdido definitivamente la inocencia. Son realistas, saben que no van a conseguir el mar y deben dejar de soñar con él.
Aragón, por ejemplo, todavía no ha alcanzado esas cotas de realismo. El viejo reino perdió su anhelo de tener mar en el siglo XIII, cuando Jaime I creó el Reino de Valencia, conquistado por aragoneses que querían anexionarlo a su territorio. Han pasado casi setecientos años desde entonces y Aragón todavía sufre una incurable e infantil nostalgia marinera, absolutamente injustificable, pero encantadora. Lo confirmé hace poco, cuando en Heraldo Domingo coordinamos una serie de reportajes sobre navegación fluvial en la Comunidad. ¿Cómo se explica, si no, que el embalse de Caspe reciba el nombre de Mar de Aragón? ¿Cómo se explican si no esas ganas por crear playas y taludes en el Ebro? Hasta el poeta Javier Delgado tituló su más conocido poemario Zaragoza marina. No, Aragón no se sacude esa nostalgia. A Aragón le gustaría tener todavía cuarteles de almogávares y un Museo Naval en el paseo de la Independencia. Los aragoneses, a diferencia de los austriacos, no habrían renunciado tan fácilmente a su Marina de Guerra. Pero ya se sabe que los del sur somos más pasionales y los del norte tiran más a lo útil.
4 comentarios
ENRIQUE -
ENRIQUE -
S. del Molino -
Cide -
Joaquín Carbonell decía que "le gustaría darte el mar", los Héroes del Silencio pedían "Sirena, vuelve al mar" o querían nadar "Mar adentro", Labordeta quería que Zaragoza huyera "con nosotros hacia la hermosa mar, tan dulce y tan lejana" o cantaba a ese "Mar de amor", Más Birras le pedían a su chica: "larguémonos, chica hacia el mar" o prometían: "pronto nos veremos a la orilla del mar". Creo que podríamos sacar al menos 40 ó 50 canciones de aragoneses que tengan al mar como protagonista.