PADRES SIN VOCACIÓN
A mí me gustaría ser padre, pero ahorrándome los primeros 18 o 20 años de vida de mi hija (ha de ser mujer, a un hijo varón le tiraría por el retrete o le echaría a la calle para que se lo comieran los chacales. Y si no hay chacales, le echaría unos cuantos encima). Me ahorraría toda la parte rollo de la paternidad y me enfrentaría a una tipa que habría leído algo y habría visto un poco de mundo. Y tendría edad para beber. Por tanto, podríamos acodarnos en un bareto a hablar de nuestras cosas. Sería más entretenido que ir al parque, cambiar pañales y ayudarle con los deberes. Una vez, planteándole esto a una amiga que hoy ya solo es conocida (entre otras cosas, por respuestas tan estúpidas como esta), me soltó, indignada: "Si todo el mundo pensara como tú, la humanidad se extinguiría". Pues qué descanso para todos, ¿no? Pueden estar tranquilos: el cambio climático conseguirá lo que no lograremos individuos como yo.
Lo que no sabía yo era que compartía espíritu antipaternal con la aristocracia inglesa. Enric González, en su precioso y altamente recomendable Historias de Londres, reproduce una carta que Evelyn Waugh escribió a su esposa hablando de su hijo Auberon. Es maravillosa. Aquí la copio, y recuerden en todo momento que está hablando de su hijo, y no es ficción:
Querida Laura:
He llegado a la lamentable conclusión de que el chico Auberon no es todavía un compañero apropiado para mí.
Ayer fue un día de supremo sacrificio. Le traje desde Highgate, le subí a la cúpula de San Pablo, le regalé un paquete de sellos triangulares, le llevé a comer al Hyde Park Hotel, le subí a la azotea del hotel, le llevé a Harrods y le permití comprar vastas cantidades de juguetes (los cargué en tu cuenta), le llevé a tomar el té con Maimie, que le dio una libra y una caja de cerillas, y le llevé de regreso a Highgate en un estado (yo, no el niño) de completo agotamiento. Mi madre le preguntó: ¿Has tenido un buen día? Un poco aburrido, contestó. Así que esta es la última vez en bastantes años que me molesto por mis hijos. Puedes reprochárselo.
Pasé una velada muy divertida emborrachándome en la Cámara de los Comunes con Hollis y Fraser y la viuda Hartington (que está enamorada de mí, parece) y Driberg y Nigel Birch y Lord Morris y Anthony Head y mi primo comunista Claud Cockburn.
Ayer cené con Maimie. Vsevolode se pasó el rato yendo a la cama y volviendo.
Londres está más lleno y ruidoso que nunca.
Con todo mi amor, Evelyn.
¿No es genial? Me encanta la apostilla "puedes reprochárselo". Es sublime. Yo también me lo habría pasado muy bien coqueteando con la viuda Hartington, sea quien sea.
Aclaración para almas cándidas: me encantan los niños. Si tienes suficiente sentido del humor, puedes pasártelo mejor con ellos que con muchos adultos. Los niños no se divorcian ni se agobian por su jefe, así que sus conversaciones suelen ser mucho más interesantes y tienen más puntos en común conmigo. Son caprichosos, inconstantes y les gustan los dibujos animados. Ya son tres rasgos los que compartimos, más que con la mayoría de la gente de mi edad. Por supuesto que prefiero hablar de Pocoyó antes que tragarme los conflictos de pareja de un par de pelmas con karaoke en el salón. Pero estoy con Evelyn Waugh: donde esté una borrachera en la Cámara de los Comunes, que se quiten los hijos. Especialmente, los propios.
8 comentarios
garu -
"Si todo el mundo pensara como tú, la humanidad se extinguiría" ...aburrido de oir respuestas como esa. ¿Cómo es que todo el mundo responde exactamente las mismas estupidezes? El caso es que ya sólo tengo conocidos. En cuanto a la hija o hijo ya criado de 18 años, no lo veo claro; la mayoría no iba a querer hablar contigo en ningún bareto; ni tienen ganas ni capacidad. Sólo serías un cajero automático. Por mucho que te empeñases (de hecho empreñarse sería lo peor que se puede hacer), los hijos no son como uno quiere que sean.
S. del Molino -
Yo no quiero saber nada de ese niño hasta que se le pase el furor del acné.
María -
He dejado pasar un tiempo para ver si entrabas en razón, pero ya veo que no. Tú andas por ahí emborrachándote con los comunes y a mí me dejas los especiales: sabes que tienes un hijo
y ni el apellido le vienes a dar. Llorando junto a la cuna me dan las claras del día, mi niño no tiene padre, qué pena la suerte mia.
Así no podemos seguir, amor mío. Reconoce a tu Sergito, dale tu apellido, para que pueda ir por el mundo con la frente bien alta.
Si no te avienes, soy capaz de cometer una locura. Que lo sepas.
Eternamente tuya,
María
Aguador -
Es muy probable que vuelva por aquí.
Saludos,
Aguador
Anakrix -
S. del Molino -
Javivi -
Anakrix -